Músculos de texto

La infinidad de comentarios que, respecto de cualquier tema, inundan las redes sociales, se están volviendo cada vez más desesperantes, inútiles o agresivos, y en otros casos cursis y pretenciosos, por lo que cada vez interactúo menos en ellas.

De seguir así las cosas, probablemente pronto las deje por completo o me concentre únicamente en leer lo que personas educadas, conocedoras y sensatas publican en sitios formales.

Y cuando se trata de temas controvertidos o de actualidad política, todo mundo, especialmente los que menos saben tienen "algo" que decir, especialmente en la red social X (antes Twitter), en la que cuando alguien piensa u opina diferente a lo que algunos piensan o creen, en lugar de participar en la discusión con argumentos respetuosos que pudieran, si fuese el caso, hacer cambiar de opinión al otro, irrumpen en los hilos de las conversaciones con mensajes pendencieros, o con insultos y descalificaciones a personas que ni siquiera conocen, las más de las veces basados en prejuicios, ideas o frases estereotipadas que lo único que logran es desviar la atención y acabar el diálogo.

Hileras interminables de comentarios que no sirven más que para caldear ánimos, o alejar a quienes de buena fe y con toda la honestidad intelectual posible, participan en la discusión constructiva de algún tema.

Parece que a la mayoría de las personas les gusta destacar, o aparentar ser más sabios o inteligentes que los demás, y lo hacen diciendo algo que para ellos es "disruptivo" o muestra "otro ángulo" de las cosas, aunque ese punto de vista no aporte nada valioso para el fin de la discusión.

Sus intervenciones no tienen otro objetivo que el de "superar" de alguna manera todo lo antes dicho. Y cuando sus conocimientos no son suficientes para dominar la discusión, protegidos por el anonimato que los seudónimos dan, insultan, agreden y hasta amenazan a personas que ni siquiera conocen.

Pocos se atreverían a decir a la cara lo que se animan a escribir en un mensaje de texto. Se necesita mucho más valor para decir un "vete al carajo" o un "te quiero" en persona, de viva voz y mirando a los ojos, que mirando a un teclado.

El anonimato de las redes sociales, o inclusive la comunicación entre conocidos a través de mensajes de texto quita vergüenzas, desinhibe y envalentona de la misma manera que lo hace el alcohol. Los estadounidenses le llaman a los atrevimientos o agresividades que se dan bajo la influencia del alcohol "beer muscles" (músculos de cerveza). En ese mismo sentido diría que las personas que se atreven a escribir lo que en persona jamás dirían tienen músculos de texto ("text muscles").

La despersonalización de las ideas y de los sentimientos es el mal que las redes sociales y aplicaciones como WhatsApp y tantas otras más han causado.

Cada vez nos oímos menos. Cada vez sentimos menos las sutilezas de la comunicación humana y que emanan de entonaciones, expresiones faciales, miradas, volúmenes de voz, de las risas, los susurros o los silencios.

La comunicación personal es una experiencia insustituible. Si queremos transmitir una noción, una idea o un sentimiento a otra persona, las letras, los números, los mensajes de texto o los "emojis" son incapaces de crear el contexto necesario o los símbolos, códigos y significados suficientes para una interacción humana profunda y sincera.

Los textos separan el mensaje de la persona. Esto mismo que ahora escribo tendría una fuerza de comunicación distinta -mejor o peor tal vez, dependiendo de lo que las miradas, los tonos de voz y las expresiones corporales comuniquen- si en lugar de que lo estuvieran leyendo lo estuvieran viendo y escuchando en persona.

La comunicación por medios electrónicos está destruyendo las relaciones personales. Se han vuelto cada vez más frías, distantes, extrañas, insensibles y desconsideradas. Muchas personas ya ni siquiera contestan el teléfono, mejor textean.

Y lo hacen por varias razones: porque da menos "pena" plantear un asunto o pedir un favor escribiendo que hablando, porque mientras la comunicación hablada exige respuesta inmediata, la comunicación electrónica permite guardar silencio o dilatar respuestas, pero sobre todo, porque siempre será más fácil escribir "no" que decir "no", discrepar y hasta mentir en ausencia que en presencia.

"El corazón no lee ni piensa,
sólo ve, oye y siente".