Tiempos aciagos

Vivimos tiempos aciagos. Guerras, terrorismo, secuestros, asesinatos y crímenes de toda índole ocurren a diario en diferentes partes del mundo. Diferentes causas, diferentes motivaciones detrás de la violencia, pero al final lo mismo: muerte, desolación y desesperanza.

No hay diferencia entre los videos publicados en redes sociales en los que se ve cómo en Lagos de Moreno, asesinos de la peor calaña obligan a jóvenes a matarse entre sí, o en los que vemos a terroristas de Hamás entrando a territorio israelí asesinando, secuestrando personas y hasta bebés, mostrando a sus víctimas como trofeos de caza.

El mal es el mismo. El odio es el mismo. La insensibilidad, la crueldad es la misma. Es el mal de nuestra época.

Si bien muchas personas manifiestan en lo particular consternación y solidaridad por los recientes ataques terroristas a Israel, me entristeció y abrió los ojos darme cuenta del desinterés y desinformación de la sociedad mexicana en general por lo ocurrido allá. Un asunto que, de muchas maneras, afecta la vida de todos.

También me abrió los ojos notar la diferencia de reacciones y actitudes en las redes sociales que se vieron al inicio de la invasión y ataques de Rusia a Ucrania, con las del ataque de Hamás (que no del pueblo palestino) a Israel. En el primer caso, el mundo entero se pintó de azul y amarillo, todo mundo agregó a sus perfiles y avatares la bandera de Ucrania en señal de solidaridad; en el segundo, no ha ocurrido lo mismo. Pareciera que matar israelíes o, utilizando el término más prejuiciado de todos, matar judíos no es tan malo, y por eso callan.

Unos callan por prejuicios antisemitas, otros por desconocimiento de la historia o versiones distorsionadas de ésta que presentan al pueblo de Israel como el invasor y al pueblo árabe-palestino como desterrados que luchan por recuperar su hogar, cuando la verdad es otra poco conocida, más compleja e imposible de explicar en la brevedad de este espacio. Sólo alcanzaría a decir que el Estado de Israel existe como resultado de la partición de un territorio bajo mandato inglés que fue dividido en dos: una parte (menor por cierto) para los judíos y otra mayor, para los árabes, lo que hoy es Jordania y que debió continuar llamándose Palestina. Lo que desapareció en ese entonces fue un nombre (Palestina), no una tierra.

Al día siguiente de la fundación de Israel en 1948, Egipto, Jordania, Siria e Iraq, que querían todo el territorio para sí, atacaron Israel, y desde entonces ha habido repetidos intentos con un solo objetivo: la desaparición del Estado de Israel. En paralelo a estos conflictos, se han llevado a cabo múltiples negociaciones y logrado importantes acuerdos de paz en distintos frentes. Aún faltan otros, los más difíciles debido a la cerrazón de extremistas en todos los bandos. Mientras eso sucede, una declaración reciente del presidente de Israel lo resume todo: Si Hamás baja las armas, se acaba la guerra. Si Israel baja las armas, se acaba Israel.

Por si fuera poco, detrás de los innumerables ataques terroristas, no sólo a Israel, sino al mundo entero, hay motivaciones religiosas, preceptos distorsionados que encienden el deseo de acabar con los "infieles", es decir, con todo aquel que se opone a su visión.

Por eso, el terrorismo islámico (lo cual no significa que el Islam y el mundo musulmán lo apoye) es una de las principales preocupaciones mundiales. Por eso, el problema de Israel es problema de todos y nadie puede ser neutral.

Los ataques directos a población civil inocente no se justifican en ningún contexto. Ni siquiera en las reglas de guerra. Hay una enorme diferencia en las acciones bélicas en Israel y Gaza: mientras Hamás tiene como blanco a toda la población civil, Israel tiene como blanco sólo a los terroristas.

Debido al rumbo extremista que el mundo está tomando tanto en ámbitos religiosos como en los políticos y sociales, es urgente que nos aboquemos todos -como lo decía el Rabino A.J. Heschel en su libro La democracia y otros ensayos- a "desactivar la larga historia de desprecio entre pueblos enteros, entre religiones y sectas -entre sectores de la sociedad, agrego yo- y acabar de una vez por todas con las persecuciones religiosas, étnicas y políticas y sobre todo con los métodos de coacción para el logro de objetivos".

En este caso no hay dos lados. Hay uno, y es en contra del terror y la sinrazón.

"De nada sirve la victoria de una razón que hace perder la razón".

Yo