Mujeres invisibles
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En memoria de Jeannette Pessah, mi madre. Hace dos días, precisamente el día de las madres, me encontraba escribiendo un artículo para hoy jueves, cuando recibí de una querida amiga un texto alusivo al carácter y personalidad de mi madre, que nunca antes había leído.  

Quise averiguar quien lo escribió, y en unas partes aparecía como anónimo y en otras decía que fue escrito por la Princesa Diana de Gales unos meses antes de morir. A quien sea que lo haya escrito le digo, gracias.

Si bien este texto fue hecho por una mujer y dirigido a ellas, los sentimientos y actitudes que muestra se pueden aplicar a todos aquellos hombres que, llegada cierta edad, nos damos cuenta que la vida fue aquello que pasó mientras discutíamos, mientras nos preocupábamos por cosas que jamás pasaron o mientras necios nos obstinábamos en hacer valer nuestras ideas por encima de la concordia.

Al recorrer cada frase escuché en mi memoria la voz de mi madre, y decidí cambiar lo que en ese momento estaba escribiendo (ya habrá tiempo para hablar de Trump y otras tonterías) y mejor dedicar este espacio a la memoria de tantas mujeres valiosas, inteligentes, sensibles e “invisibles” que han dejado huella en los corazones de sus hijos y de todos los que alguna vez las conocieron, seguro además de que las palabras de este escrito harán mas bien que las mías.

Mujeres Invisibles

Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora;

nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi vida.

Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas. Descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás y, a pesar de ello, quererme mucho y aún amar, sentir, vibrar.

Cuando me miro al espejo, ya no busco a la que fui en el pasado. Sonrío a la que soy hoy. Me alegro del camino andado y asumo mis contradicciones.

Siento que debo saludar a la joven que fui, con cariño, pero dejarla a un lado; porque ahora me estorba. Su mundo de ilusiones y fantasía ya no me interesa. Me interesa ser yo, aquí y ahora.

Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños. Qué bien poder disfrutar del silencio y de los pensamientos.

Qué lindos son los recuerdos y sonreír tras ellos.

La vida es tan corta y el oficio de vivirla es tan difícil, que cuando uno comienza a aprenderlo, ya hay que morirse. Por eso trato de vivirla a plenitud como si hoy fuera el último, gozando cada minuto, cada momento, cada "te quiero", cada rayo de sol que me acaricia. Y tan solo puedo dar gracias a la vida por toda esta maravilla.

Por mis amigas que al igual que yo viven ahora su realización que son mi ejemplo, por mis amigas que comparten conmigo sus experiencias en los sufrimientos y en sus alegrías, por las mamás del mundo porque, como ángeles sin alas, acompañan a sus hijos en todo momento, doy gracias a la vida por haberme dado la gran dicha de ser mujer.

Para las mujeres que quiero ....

“Lo mas importante que un padre puede hacer para sus hijos es amar a su madre”

Theodore Hesburgh