¿Hecho en México?
img_6211-1.jpg

Donald Trump insiste una y otra vez en que de llegar a la Presidencia de Estados Unidos (que la boca se me haga chicharrón), los mexicanos pagaremos el muro que construirá en la frontera común y que impondrá impuestos a los automóviles y otros productos fabricados fuera de los Estados Unidos, obligando así, según él, a que las empresas norteamericanas se abstengan de instalar fábricas en otros países y esos empleos se queden en casa.​Sus ideas nacionalistas están plagadas de irrealidades y las soluciones que plantea a los problemas son bastante primarias -tal vez por eso les hacen sentido a los norteamericanos menos educados que lo apoyan-.  ​Para hacer que los mexicanos paguemos el muro, propone que México simplemente le haga un cheque por 5 o 10 mil millones de dólares (en eso estima su costo), so pena de detener la remesas de dinero a México, o aumentar el costo de las visas de turista.

​No piensa, y si piensa no le importa, que el problema de la inmigración ilegal tiene que ver con la supervivencia y no con la delincuencia, y que en ocasiones es mas fácil pasar un muro por abajo que por arriba (túneles).

​No piensa tampoco, que si aumenta el costo de las visas, México podría hacer lo mismo, e iniciar una estúpida guerra de compensaciones en la que quien sabe quien terminaría pagando qué.

​Pero la tontería mayor, es la de imponer aranceles especiales a las empresas norteamericanas que fabrican sus productos en México o en otros países. ¿Acaso piensa que las empresas transnacionales simplemente cerrarán sus fábricas, perderán sus inversiones y construirán nuevas en los Estados Unidos? ​Tan solo Ford anunció el año pasado, una inversión de 2.5 mil millones de dólares en México para crear dos nuevas plantas de motores y transmisiones.

​Trump tampoco piensa que buena parte de los autos que se fabrican en México son precisamente para el mercado norteamericano y que encarecerlos afectará a los consumidores de su país, y olvida que mas del 40% de los componentes de esos autos son norteamericanos y dieron empleo allá. (El 57.1% de las partes del Ford Fusion, armado en Hermosillo, Sonora provienen de 201 proveedores norteamericanos)

​Con estos datos la pregunta sería si ¿un auto es mexicano porque 60% de sus componentes son fabricados aquí, a pesar de que los dueños de la fábrica, la tecnología, y su diseño sean 100% extranjeros?

​¿Trump es estadounidense a pesar de que su madre nació en Escocia y sus abuelos en Alemania?

​La verdad es que la nacionalidad de las personas, de las cosas y del dinero, son convencionalismos que sirven solo para determinar a quien debemos pagar impuestos, cual himno nacional cantar y cual selección de futbol vitorear.

​Unos países definen la nacionalidad de una persona en base al ”ius soli” (derecho de suelo), otros, principalmente los Europeos, la basan en el “ius sanguinis”, es decir el derecho a tener la nacionalidad de los padres.

​El nacionalismo de Trump, y el de tantas personas que se sienten especiales e irrepetibles, olvidan que el mundo entero es hoy co-dependiente. Ningún país, ni ningún pueblo por mas poderoso que sea es una isla (social, cultural y económicamente hablando). La independencia es relativa, y todos somos en alguna medida, el resultado de una mezcla. La pureza de la sangre es un mito. ​

Lo que pasa en una parte del mundo afecta al resto. Lo que se produce en un país, se consume en otro.

​ La inteligencia que crea y produce toda la maquinaria y tecnologías necesarias para la supervivencia humana es colectiva, universal.

​Hoy en día, la nacionalidad de una persona solo sirve para establecer domicilios fiscales, jurisdicciones aplicables o como dato curioso de las biografías e historias nacionales.  

​Así que, ¿qué somos? ¿de dónde son los productos que consumimos? ¿Lo “Hecho en México” es realmente mexicano solo porque la fábrica se ubica acá? ¿Somos mexicanos simplemente porque aquí nacimos? o somos mexicanos, españoles, franceses, o lo que sea, por convicción, porque independientemente de donde nosotros o nuestros ancestros hayan nacido, pensamos y actuamos de acuerdo a ciertos códigos culturales, sociales o tradicionales, lo que yo llamaría el “ius culturae” (derecho de cultura).

“¿Los patanes son de Patania?”