Idiotas democráticos
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En la Grecia antigua, la palabra idiota se utilizaba para referirse a todo aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus propios intereses. La raíz "idio", significa "propio" y es la misma raíz de palabras como "idioma" o "idiosincracia". Atendiendo al significado original, podríamos llamar idiotas a todas las personas apáticas, indiferentes o egoístas que les importa un bledo el bien común, y se interesan sólo en resolver su vida particular.

En el apogeo de la democracia ateniense, la máxima pena que se aplicaba a un ciudadano que no participaba en la vida social era el exilio. Se consideraba mal que alguien se mantuviera apartado de los asuntos públicos que tenían que ver con su vida, y se veía como tonto o ignorante al que renunciaba a ocuparse de las políticas que lo afectan.

Visto así, podemos decir que la idiotez en México tiene dimensión epidémica.

Somos idiotas (en el sentido de la antigua democracia ateniense) cuando nos desentendemos de las cosas comunes y dejamos que otros las resuelvan a sabiendas de los conflictos de intereses y beneficios personales inmiscuidos; somos idiotas porque toleramos que los políticos hagan leyes a modo para hacer impunemente lo que les venga en gana, con nuestros impuestos y con los bienes comunes; somos idiotas porque no hacemos nada, ni siquiera indignarnos cuando descaradamente se roban y dilapidan el dinero de todos; y somos más idiotas aun cuando a pesar de todos los disparates, dispendios y barrabasadas que los políticos hacen, les damos fuero, privilegios y exenciones, y encima de todo les hacemos caravanas.

Y como no reaccionamos, la indiferencia de los idiotas es aprovechada por los políticos para que todo permanezca a su favor.

El problema se agrava, además, porque los votos de los ciudadanos con idiotez democrática (ignorantes y apáticos) valen igual que los de los ciudadanos informados, porque el abstencionismo que siempre acompaña a la apatía influye en los resultados electorales, y aun si los idiotas decidieran ejercer su voto, su desconocimiento de los asuntos públicos los haría votar a favor del candidato que más promete o del demagogo que les dice exactamente lo que quieren oír.

La única manera de dejar de ser un idiota de la democracia es involucrándose en los asuntos públicos, opinando, votando y reclamando de manera informada cada vez que la situación lo amerite.

De otra manera confirmaremos no sólo nuestra idiotez crónica, sino lo que el General Porfirio Díaz sostenía sin rubor alguno: "Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad, enfermarse con frecuencia y obtener licencias con goce de sueldo, divertirse sin cesar, casarse muy jóvenes y tener hijos a pasto, gastar más de lo que ganan y endrogarse con los usureros para hacer posadas y fiestas onomásticas (...) Los padres de familia que tienen muchos hijos son los más fieles servidores del Gobierno, por miedo a su miseria; a eso es a lo que más le tienen miedo los mexicanos de las clases directivas, a la miseria, no a la opresión, no al servilismo, no a la tiranía; a la falta de pan, de casa y vestido, y la dura necesidad de no comer o sacrificar su pereza" (Gobernantes Mexicanos Tomo 1, de Will Fowler, Fondo de Cultura Económica).

De frente a las próximas elecciones presidenciales, la pregunta es si nos involucraremos en los problemas comunes del País, de la Ciudad, de las escuelas, de nuestras colonias y hasta de nuestros clubes y condominios, o seguiremos siendo los mismos ciudadanos idiotas de siempre, desentendidos de lo común y ocupados sólo en lo propio.

Quienes prefieran seguir siendo idiotas democráticos, esperando que el otro, el vecino, el de enfrente, sea el que levante la voz y haga algo cuando las cosas públicas estén o nos parezcan mal, luego no se quejen de que gracias al desinterés e indiferencia por lo común, sus asuntos propios junto con los de todos se hayan ido al carajo.

Desafortunado ejemplo de esto tenemos en Venezuela.

Dejemos atrás la idiotez democrática y, por el bien de todos, involucrémonos y tomemos posición en los asuntos comunes.

"El silencio es el ingenio de los tontos". Anatole France