La Gran Apuesta
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​Hace unos días tuve la oportunidad de ver la película “La gran apuesta” (Big Short) que basada en el libro del mismo nombre, muestra las causas del desplome del mercado inmobiliario en los Estados Unidos que llevó a la quiebra de enormes grupos financieros y a la crisis económica del 2007-2010 .​La principal lección de esta película tiene que ver con un solo asunto: la falta de ética en los negocios ligada a una ambición desmedida e irresponsable de personas que manejan el dinero de terceros.

​Individuos que con el único interés de mantener sus puestos u obtener sus bonos de desempeño, son capaces de engañar a quienes les confiaron su dinero, basados en la veracidad de la información financiera proporcionada por ellos mismos y que supuestamente es auditada por las autoridades del sistema financiero de un país, y por las agencias calificadoras (rating agencies) que se especializan en la evaluación de riesgos de crédito.

​Para los que no lo sepan, la función de calificadoras como Standard &Poor´s y Fitch, Moody´s, y muchas otras mas, es analizar la capacidad financiera de empresas, bancos y gobiernos para cumplir con sus obligaciones, y en función de esos análisis asignarles una calificación que puede ir desde AAA, hasta C o D.

​Pero cuando alguna de estas calificadoras miente, como fue el caso ocurrido en el 2007 y parte fundamental de la película, todo el sistema financiero se pone en riesgo, y solo es cuestión de tiempo para que estallen las crisis económicas y se hagan los necesarios recates financieros, llevándose entre las patas a inversionistas de buena fe que confiaron en la solidez económica que supuestamente significa una calificación de AAA.

​¿Como explicar que un día antes de su quiebra, Lehman Brothers, -una empresa de servicios financieros con 600 billones de dólares de activos- tenía una calificación de AAA?

​En una empresa de regular tamaño, puede resultar fácil verificar su información contable y financiera, pero cuando se trata de grupos financieros con operaciones en todo el mundo, de empresas globales o de gobiernos, el público inversionista no tiene mas opción que confiar en la opinión de auditores y calificadoras especializadas.

​Esta película es importante porque esta basada en hechos reales y deja como lección la importancia de la ética empresarial y el enorme daño que causan a la sociedad las omisiones o corruptelas de las personas encargadas de supervisar y calificar la operación del sistema financiero de un país, y los contubernios que con frecuencia se dan entre auditores y auditados.

​No en vano los partidos políticos y los gobernantes en turno, tratan de controlar auditores y boicotear cualquier tipo de intervención ciudadana (que no por ser ciudadana es garantía de probidad) que les impida manejar recursos a su manera.

​Y en el caso de las empresas, es obvio que su propósito fundamental es maximizar el rendimiento económico a sus accionistas, pero la ética empresarial que tiene que ver con la filosofía de los negocios nos dice que las utilidades no se engañando, corrompiendo o depredando todo a su alrededor. ​

​Algunos autores especializados en el tema dicen, y yo concuerdo con ellos, que “no existe una ética propia de los negocios ni hace falta tal cosa", en el sentido que la ética de las personas es apropiada y debiera ser suficiente para cubrir las situaciones que se les presentan a las empresas.

​Otros afirman que la responsabilidad última de los directores de toda organización es no producir daño –primum non nocere- , y otros más sostienen que las empresas deben tener responsabilidad social, una expresión que pretende indicar que una empresa ética debe actuar como un ciudadano responsable de las comunidades en las cuales opera, aún a costa de sus ganancias u otros objetivos.

​Yo coincido con estas nociones, y si cada uno de nosotros nos sometemos a ellas, tal vez no seremos los mas ricos, pero al menos seremos los que menos daño causemos a nuestro alrededor y menos vergüenza y culpa sintamos por nuestras decisiones.

“La naturaleza empapa todos los males con miedo o con vergüenza” Tertullian.