Hacer nada
img_0217.jpg

¿Quién alguna vez, al regresar de vacaciones no ha dicho: "necesito unas vacaciones de las vacaciones"?Siempre pensado que en las vacaciones "hacer nada" es una opción.En la vida cotidiana siempre andamos ocupados, o como dicen las mujeres "a la corre y corre", y contrario a lo que debiera ser, en cuanto las vacaciones comienzan el "corre y corre" se pone peor. Apurarse para salir a tiempo al aeropuerto, regresarse por algún olvido, correr para alcanzar a comprar algo de comer porque con las prisas salimos sin desayunar, y tantas otras cosas que es necesario coordinar y acordar entre nosotros y con personas que nos acompañan, establecen de entrada el tono vacacional. Y yo me pregunto, ¿no es el objetivo de las vacaciones hacer exactamente lo contrario? ¿Levantarse a la hora que nos dé la gana, no tener prisas, compromisos, ocupaciones ni preocupaciones? La manera de organizar y disfrutar las vacaciones debe ser otra. Una en la que para empezar no tengamos que apurarnos para nada. Si llegamos bueno, si no, también (y sin que nadie se moleste o afecte por ello). No hay por qué organizar actividades todos los días. La idea de sacarle el mayor provecho a un viaje se contrapone con el objetivo del descanso físico y mental, sobre todo para los que ya alguna vez vimos, recorrimos y nos apuramos para ver las "piedras viejas" más famosas e interesantes de todas (yo llamo "piedras viejas" a las ruinas o construcciones antiguas, como serían pirámides, catedrales, castillos, casas históricas, vestigios arqueológicos, etcétera). Si ya no quiero ver piedras viejas, ¿qué tiene de malo sentarse en un café al otro lado del mundo a pensar y observar, a departir con amigos o gente local sin prisa alguna? ¿Necesito apurarme para ver los interiores de la casa donde vivió Kafka, o desayunar a la carrera para subirme a un autobús que nos llevará a algún recorrido en el que veremos algún viejo monasterio, que luego ni siquiera recordaré su nombre? Dirán algunos que para eso mejor nos quedamos en casa. Pues no. En otras partes el humor cambia. El ambiente, los sonidos, la arquitectura, los materiales, colores y texturas, la música, la cultura, el ritmo de vida y hasta la fisonomía de la gente son distintos. Y eso nos hace sentir y pensar diferente. Para mí, no tener planes y resolver los días de vacaciones como funcionan los alcohólicos anónimos, "un día a la vez", es más relajante que tratar de optimizar las horas para ver y hacer las más cosas posibles. No tenemos que estar todo el tiempo haciendo algo. Eso es lo que hacemos todos los días. Una vacación es por definición el descanso temporal de una actividad habitual. Y lo habitual del trabajo o los estudios es tener cosas que hacer. Lo des-habitual es no tener nada que hacer. Es sorprendente la cantidad de tiempo que aparece cuando nos organizamos para hacer nada. Los días se vuelven eternos, como cuando éramos niños. No tener planes quita las presiones derivadas de la organización de viajes, de transportaciones, de horarios que cumplir y llamadas que hacer. Los días completos son nuestros. Hacer nada además es mucho más barato que hacer algo, lo cual elimina otra importante fuente de estrés, la de tener que pagar todo luego. No malinterpreten, abusen ni saquen de contexto mi sugerencia de no hacer nada, que sólo la propongo para los días de vacaciones y no para el resto del tiempo en el que la creatividad, las responsabilidades y los logros obtenidos a través del trabajo arduo y continuo son los que nos permiten hacer nada sin sentirnos culpables por actuar unos días como verdaderos desobligados. Mi idea de no hacer nada en las vacaciones es una analogía a las palabras escritas en el Eclesiastés, uno de los libros sapienciales del Antiguo Testamento: Todo tiene su momento oportuno: hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para esparcir piedras y un tiempo para recogerlas; un tiempo para callar y un tiempo para hablar.... y yo simplemente le agrego que hay un tiempo para hacer cosas y un tiempo para hacer nada. "Un trabajador a veces hace nada. Un flojo a veces hace algo". Yo