Crítica honesta

Crítica honesta
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Cuando las cosas en nuestra opinión no se hacen bien, hay que decirlo, sí, pero cuando las cosas se hacen bien, también. Hoy toca felicitar a todos los niveles de gobierno por su actuación frente a la amenaza que presentaba el huracán Patricia. Estuvieron a la altura de las circunstancias haciendo cada uno lo que les tocaba hacer.

Yo no sé porqué le cuesta tanto trabajo a la gente admitir y felicitar al gobierno, del color que sea, cuando hace las cosas como debe ser.

La crítica y los elogios honestos juegan un papel muy importante en la sociedad y en nuestras vidas personales.

La autocrítica no siempre es suficiente, porque simplemente no lo sabemos todo, y porque casi siempre hay otros puntos de vista y consideraciones importantes que de conocerse a tiempo pueden modificar nuestras decisiones y evitarnos caer en errores o repetirlos.

Salvo en los casos en los que a sabiendas hacemos algo indebido,  la crítica honesta es la única manera que tenemos para darnos cuenta si hicimos bien o mal las cosas, si vamos bien o nos regresamos.

La crítica nos permite saber si pasamos por alto algún  aspecto importante que debimos haber considerado o tomado en cuenta. La crítica nos ayuda a pensar bien. Sirve para corregir, para mejorar, para aprender y reconocer que no los sabemos todo, que no todos piensan igual o que hay mejores prácticas.

Odiar o intentar eliminar a nuestros críticos, es sabotear el sistema de alertas y retroalimentación que tenemos y hemos construido a nuestro alrededor.

Lo que no se vale es criticar por criticar, sin decencia, ni rigor intelectual,

o por envidia y falso orgullo, negar la verdad.

Jaime Balmes, el filósofo, teólogo, apologista y sociólogo español lo decía así: “El pensar bien consiste, o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento  por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad, de otra manera, caemos en un error”.

Luego de ver de cerca la actuación del gobierno federal, estatal y municipal, así como del ejército y las autoridades de protección civil frente a la amenaza que significó el huracán Patricia (me tocó estar en Puerto Vallarta el día anterior y durante la madrugada del día que el huracán tocaría tierra) me molestó leer y escuchar críticas a su actuación, cuando objetivamente hablando, no había nada que reprochar y sí mucho que aplaudir.

Me di cuenta que muchas personas son incapaces de felicitar a personas o instituciones que no pertenecen o no son parte de su grupo social, partido, religión o equipo favorito, y a pesar de que hagan las cosas bien, las critican por costumbre o simplemente porque pertenecen a un bando diferente al suyo. No entienden que todos somos los otros de otros.

Hubo personas que consideraron todas las alertas preventivas, los albergues instalados, las evacuaciones de hoteles y zonas habitacionales, etc. y hasta la presencia física de las autoridades en las zonas de riesgo como una exageración, como un aprovechamiento de las circunstancias para ganar popularidad, o como una “cortina de humo” para distraer nuestra atención de otros problemas.

Sin ninguna objetividad, critican al gobierno por ser gobierno. Si hace por que hace y si no hace porque no hace.  Confunden alerta con alarma, prevención con presunción, obligación con interés.

En el caso del huracán Patricia el gobierno de la República actuó como debió hacerlo, en la prevención y el alertamiento, y en la presencia para intervenir en el auxilio de las personas y sus bienes cuando fuese necesario, porque la magnitud y peligrosidad que representaba ese huracán advertía que los daños podrían haber sido catastróficos.

No lo fueron, que bueno. Las explicaciones físicas y científicas al porqué éste huracán no devastó Puerto Vallarta ya nos darán los expertos. Unos encontramos las respuestas en la presencia de una Sierra Madre Occidental, otros en la presencia de una Madre Celestial. Cada quién que sea feliz pensando lo que quiera.

 

“La crítica educa al público; el artista tiene que educar al crítico”.  Oscar Wilde