Caiga quien caiga
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El plan anticorrupción mexicano que tanto se ha discutido y con el que se pretende combatir este mal endémico se basa en tres pilares: el de la famosa y controvertida Ley 3 de 3, la cual obliga a los funcionarios públicos de todos los niveles a presentar sus declaraciones patrimoniales, de intereses y fiscales; la instalación de un Comité de Participación Ciudadana y un Comité de Ética, cuya función es vigilar desde la sociedad, la implementación del sistema; y la creación del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, que tiene entre sus atribuciones el imponer sanciones a funcionarios y particulares que cometan actos de corrupción.No obstante la sensatez y buenas intenciones detrás de este plan, los propios partidos políticos pugnan por limitar a como dé lugar sus alcances, de manera que si acaso algo se llega a lograr sería únicamente el transparentar la corrupción, mas no eliminar la impunidad. En otras palabras: sabremos quiénes son los corruptos, pero al final no podremos hacerles nada porque nos hemos convertido en una sociedad sin sanciones,sin consecuencias. De nada sirve denunciar la corrupción si nadie es castigado por ella y los bienes obtenidos ilegalmente no se recuperan. De nada sirve que se descubra un delito si la posibilidad de sancionarlo prescribe. "Caiga quien caiga", "hasta sus últimas consecuencias" y "aplicar todo el peso de la ley" son hoy frases huecas que en nuestro País han perdido todo su valor, gravedad e importancia. Más allá del desprestigio personal que las denuncias les acarrean, a nadie que forme parte de la corrupción oficial preocupa "el peso de la ley" porque el peso de las leyes en México es tan ligero como los huecos que los propios legisladores calculadamente les dejan para no ponerse ellos mismos y sus cómplices, la soga al cuello. Cuando hace unos días escuché el plan anticorrupción que el Presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, anunció, dije para mis adentros: esto sí que parece un verdadero plan, con dientes suficientes, sin conflictos de intereses y con intenciones de llevarlo realmente hasta sus últimas consecuencias, caiga quien caiga. El plan del Presidente peruano consta de diez puntos, de los cuales por razones de espacio, menciono sólo los que me parecieron más significantes y novedosos: 1. Decretar la "Muerte Civil" para las personas que han sido condenadas por el delito de corrupción, de manera que no puedan nunca acceder a un cargo público (cabe señalar que en países como China o Singapur, el castigo por corrupción es nada menos que la pena de muerte "física" y sólo en algunos casos se puede conmutar por cadena perpetua).

2. Se crea el llamado "Delito contra la democracia", que establece la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción imputados a las autoridades elegidas por voto popular, para que sean considerados delitos de "lesa democracia".

3. Se establece la responsabilidad de los partidos políticos por la conducta de sus candidatos y representantes. 4. Se faculta a la Unidad de Inteligencia Financiera para que pueda remitir a los órganos electorales los informes de inteligencia financiera que involucren a candidatos a cargos de elección popular o a cargos directivos de los propios partidos. Y otros puntos más que tienen que ver con la autonomía y capacidad de la sociedad civil para investigar y sancionar los hechos de corrupción. La única explicación que encuentro al por qué en México no se establece un plan similar, es porque quienes tienen las facultades para diseñarlo e implementarlo, tienen cola que les pisen, y aprobar un organismo anticorrupción verdaderamente autónomo y con "dientes" sería tanto como aprobar un plan para eventualmente autoinvestigarse, autoencarcelarse y ponerle fin a su red de negocios ilícitos, venta de influencias y complicidades. Un plan como el peruano se podrá llevar a cabo en México el día que se elimine de los puestos de poder y del sistema judicial a quienes forman parte de las propias redes de corrupción que se quieren combatir. Mientras eso no suceda, cualquier plan anticorrupción no será mas que retórica populista, es decir, atole con el dedo para los ciudadanos. "Mientras el caiga quien caiga no haga caer a nadie, muchos se harán ricos haiga sido como haiga sido". Yo