Ah... si escucharan

 

La crítica fundada, las opiniones diferentes con motivaciones sanas y constructivas detrás de ellas, aunque molesten, no son intentos malvados para perjudicar o dejar "mal parado" a quien se equivoca, piensa o hace mal, sino la oportunidad para meditar, y en su caso corregir o mejorar.

Los políticos debieran molestarse no con quienes les dicen la verdad, o con quienes con fundamentos y experiencia critican y sugieren soluciones distintas a los problemas, sino con quienes les dicen siempre lo que quieren oír.

Los amigos no mienten, los enemigos sí. Los amigos critican de frente, los enemigos por detrás. Los amigos sostienen públicamente sus críticas, los enemigos las esconden.
La adulación es el disfraz preferido de los enemigos, por ello, en lugar de que los gobernantes desconfíen de sus críticos, debieran desconfiar de los aduladores incondicionales cuyo único fin es quitarlos de la silla para ponerse ellos. Los ciudadanos críticos lo único que queremos es vivir mejor trabajando en lo nuestro, no sus puestos.

Cuando la sociedad civil, organizada o desorganizada, critica u opina diferente, hace lo que los amigos sinceros hacen cuando ven a un camarada dirigirse a un barranco: tratar de detenerlo, no de empujarlo.

Si los funcionarios públicos de alto nivel, los diputados y senadores se dieran la oportunidad de escuchar consejos de expertos que en muchos temas saben más que ellos, de personas valiosas fuera de sus círculos de poder que ven las cosas de otra manera, y sobre todo, que no tienen necesidad de quedar bien con nadie, habría menos pifias y mejores resultados.

No escuchar, sentirse agredidos, o peor aún, tratar de callar las opiniones de quienes piensan diferente, sólo puede ser por dos razones: o por soberbia o porque hay una agenda oculta. Y en cualquiera de los casos el final no es bueno, pues la soberbia hace que se cometan estupideces por orgullo, y las agendas ocultas si acaso benefician a alguien es a ellos mismos o a la mafia del poder en turno, mas no a la sociedad.

Si los gobernantes escucharan, si supieran que la lógica elemental en la que juegan es apenas el aperitivo, la botana del banquete de la filosofía; si tan sólo entendieran que los razonamientos primarios que hacen son sólo ambiciones de dinero y poder disfrazadas de racionalidad y trascendencia, tal y como el filósofo americano Will Durant decía (traduzco): "pretenden construir edificios de pensamiento imparcial, cuando en realidad sólo seleccionan aquellos datos y acuerdos que le dan dignidad a ciertos deseos patrióticos personales", otro "ganso" cantaría.

Las personas intelectualmente pobres evitan, denuestan o agreden a quienes manifiestan críticas u opiniones diferentes, porque en muchos casos exhiben las falacias o las debilidades de sus ideas y silogismos.

El truco de los idealistas es la confusión de las ideas y de los significados con la realidad. La confusión de lo subjetivo con lo objetivo.

A los idealistas hay que creerles al margen de los datos, separando el mundo de las quimeras, que para ellos es la realidad, de la realidad objetiva, "la de a de veras", la que a diario lidiamos, disfrutamos o sufrimos.

Y si no les creemos, o si criticamos los planes que habitan en el mundo de la subjetividad, los caprichos y afanes de poder, en ese momento el idealismo, el amor, la paz y la poesía política se les esfuman, y pasan de ser poetas del paraíso a verdugos de la pluralidad y la democracia.

Tienen la "valentía" para atacar al amparo de las influencias y fuero que les protege, a quienes señalan sus errores, pero no tienen la valentía para sincerarse con ellos mismos y reconocer las críticas fundadas o la falta de experiencia y conocimientos en determinados asuntos.

No confían en los expertos ni en la motivación y sano interés de la sociedad más informada y educada por una sola razón: el león cree que todos son de su condición.

Ah... si tan sólo escucharan..., si la clase política tuviera la humildad para reconocer errores y la fortaleza para corregirlos, entonces sí que lograrían la transformación del País, pero no por decreto o simples deseos de grandeza, sino porque ellos mismos se transformaron, y no por una cuarta vez sino para siempre.

Ah... si tan sólo escucharan.

"La crítica honesta es una ayuda
no un obstáculo".

Yo