Voto bilioso

 

Debido al enojo colectivo contra la clase política del País por la corrupción y abusos que durante tantos años han cometido, las próximas elecciones en México serán un asunto emocional más que racional, por lo que el análisis de los distintos candidatos y de sus probabilidades para ganar, hay que hacerlos desde perspectivas psicológicas y no desde la realidad de la información y los conocimientos.

La capacidad, trayectoria y experiencia de los candidatos poco o nada tendrá que ver en una elección que será resuelta más por la bilis que por la cabeza, pero tendrá que ver y mucho, después, al ejercer el cargo.

Salvo los expertos y los informados, nadie votará en función a los proyectos de gobierno que cada candidato ofrece -los cuales hasta ahora son meras generalidades, buenos deseos o utopías-, sino con base en las frases incendiarias que pronuncian, a la ferocidad de sus ataques y, muy especialmente, al coraje y determinación que muestran para combatir la descomunal corrupción de los últimos años y la impunidad detrás de ella.
Por ello precisamente es que López Obrador va a la cabeza en las encuestas, seguido de Anaya y Meade, pero no por sus ideas, sino porque lleva años manipulando a su favor la bilis de los que menos tienen y menos saben, y que desgraciadamente son suficientes para darle el triunfo.

El orden de preferencias de las encuestas corresponde al nivel de subversión de sus propuestas y declaraciones, sin importar si son ciertas y factibles, falsas o utópicas. La verdad y la realidad no importan. Sólo hay oídos para aquello que linche al sistema.

Prueba de ello es lo absurdo que resulta el que López Obrador proponga por un lado combatir la corrupción -de todos menos la suya y la de sus nuevos aliados y colaboradores cercanos- y por otro ofrecer amnistía a criminales y corruptos, incluyendo a los de la "mafia del poder" como les llama a sus acérrimos rivales políticos. Y sólo veo una inmoral y corrupta razón para ello: hacerse de votos hoy "maiceando" con promesas de impunidad y poder a una "nueva mafia", la suya, que le allegará recursos y lo protegerá de lo que pueda hacer u ocurrir mañana (una vez instalado en la Presidencia).

Para la mayoría de los mexicanos, los planes de gobierno y el rumbo del País en este momento son lo de menos, cuando debieran ser lo de más.

Esta elección será ganada por quien le hable y responda mejor al coraje y hartazgo de los mexicanos.

El problema que tenemos los que votamos con la cabeza es cómo convencer a los que votarán con el estómago que su bilis nos puede llevar a todos al precipicio.

Si yo fuese asesor de campaña de alguno de los candidatos más preparados y más capaces para gobernar este País, como en mi opinión lo son hoy Meade o Anaya, les diría que cambien sus discursos ecuánimes y racionales por discursos estridentes y rebeldes, porque la situación del País y los niveles de corrupción ameritan estridencia y rebeldía, y porque en esta elección en la que el enojo es la principal motivación para votar por otros caminos, la mayoría de votos serán a favor de quien sin tapujos y con contundencia se manifieste y se muestre realmente dispuesto a romper con el sistema de corrupción que impera en la clase política tradicional.

El nivel de subversión discursiva que cada candidato utilice en los próximos meses será clave en los resultados. No importa si lo que diga sea totalmente cierto o no, o si lo que prometa sea factible o no. Y no importa porque el próximo Presidente de México será electo con la bilis y no con la cabeza, y al final será juzgado favorablemente si en seis años logra sólo dos cosas: abatir significativamente la corrupción y los niveles de pobreza.

Sólo espero, para bien de todos, que los discursos populistas, subversivos o incendiarios utilizados durante la campaña de quien resulte ganador hayan sido con el único fin de ganar votos, y que una vez instalado en la Presidencia haga honor a las palabras que pronunciará al asumir el cargo de presidente: "Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen (...) mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande."

"Se puede perder todo menos el camino".

Yo