Miopía social

Se le llama "sociedad" al conjunto de personas que se relacionan entre sí de acuerdo con unas determinadas reglas de organización jurídicas y consuetudinarias (costumbres), y que comparten una misma cultura o civilización en un espacio o un tiempo determinados.

Pero como los mexicanos tenemos siempre nuestra propia versión de todo, hemos conformado una sociedad sui géneris, en la que las reglas jurídicas establecidas son violadas por los usos y costumbres. La costumbre, la mala costumbre diría yo, es ignorar las leyes establecidas por y para todos.

Esta costumbre de ignorar la ley se ha convertido en una enfermedad que llamaría "miopía social", la cual impide ver cómo los abusos, atropellos y el incumplimiento cotidiano de leyes, reglamentos y normas de conducta afectan al todo.

Creemos que mientras individualmente estemos bien, las afectaciones conscientes o inconscientes que provocamos al conjunto social no tienen consecuencias para nadie, y por lo tanto ni nos importan ni nos perturban.

Y así lo creemos porque los efectos negativos de violar la ley o de abusar de alguien no se ven inmediatamente, en cambio los beneficios sí, especialmente cuando la impunidad en México es casi una garantía (99.3% de los delitos cometidos no se castigan). Este solo dato nos dice que lo que debemos combatir es la impunidad (la causa) y no la corrupción (el efecto).

Pensamos que nuestros "pecadillos" son irrelevantes y de ninguna manera nos sentimos corresponsables del deterioro social, el cual atribuimos a los grandes pecadores, a los grandes delincuentes, sin ver que éstos emanan de nosotros mismos.

En una sociedad enferma de "miopía social", la creencia es que: "todos es nadie", mientras que en una sociedad sana el pensamiento colectivo es al revés: "todos son yo".

Cumplir la ley significa pensar en los demás y en muchos casos, elevar costos, posponer beneficios, esperar turnos o hacer rodeos; violarla, en cambio, significa pensar en uno mismo, ganar más, pasar primero, una vida de lujos y placeres inmediatos. Estoicismo versus epicureísmo.

Ese mundo sin escrúpulos, de placeres y dinero fácil, que además es socialmente tolerado y hasta valorado, es sumamente atractivo para aquellos cuyas ambiciones son mayores a las ganas de trabajar.

Gracias a la impunidad, el camino más rápido y seguro para ganar dinero es el de la delincuencia. El ahorro, el trabajo arduo y honesto es el camino de los timoratos.

¿Qué hacer frente a esta realidad social? Para mí lo primero es combatir la impunidad que propicia la corrupción. No al revés como se está haciendo.

Segundo, poner énfasis desde la educación pública en la importancia de la responsabilidad social y los deberes cívicos. Y tercero, curar la "miopía social" haciendo visible la relación causa-efecto del incumplimiento de leyes y reglamentos y los efectos nocivos de la indiferencia.

Enseñemos qué pasa si no se castiga a los delincuentes, si no reclamamos, si no denunciamos, si todos circulamos en sentido contrario, si nadie paga impuestos, etcétera.

Cicerón, filósofo y jurista romano, en el libro de Los Deberes habla sobre los deberes que tiene el hombre hacia la sociedad y hacia él mismo y propone que existe sólo una ley verdadera. Esta ley es la recta razón, la cual de acuerdo con la naturaleza, gobierna sobre todos los hombres, es eterna, no cambia, e impulsa a los hombres al cumplir con sus deberes, prohibiéndoles hacer el mal.

Si todos fuésemos niños, coincidiría con las exhortaciones que López Obrador hace en sus discursos para que "nos portemos bien", y así lograr una convivencia pacífica y ordenada. Pero como los que causamos los males de este país somos los adultos desobedientes, lo que toca es aplicar la ley sin miramientos en lugar de limitarse a dar consejos y exhortos paternales. Me parece ridículo y pueril pedirle a sicarios, ladrones y corruptos que se porten bien.

La sociedad mexicana cambiará el día en que asumamos la responsabilidad y deberes sociales que como ciudadanos nos corresponden y dejemos de vernos a nosotros mismos como entes individuales, egoístas y apáticos ajenos a todo y a todos.

"El bienestar no es una meta,
es una consecuencia".
Yo